Adam Zagajewski

Adam Zagajewski (Ucrania, 1945) emergió al mundo occidental de la mano del Nobel Czeslaw Milosz, que a finales de la guerra fría mostró al mundo con el sentir polaco en una épica antología universitaria (Postwar Polish Poetry, 1983) que desgranaba en 25 poetas una profunda levedad, una riqueza desconocida —en el bloque occidental—, y una selección de imágenes impactantes junto a la progresiva ruptura de la métrica. Un incipiente Zagajewski cerraba dicha antología de posguerra.

Hoy, en la nueva Europa de Schengen, la Polonia de Zagajewski —aquel unicornio deseado por el águila y el oso—, sólo es un eco, aunque su grito férreo resuene lejano. Hoy es la Europa donde los diplomáticos dormitan (Paz en Europa), la Europa vista desde el exilio en América, Estoy solo porque Europa duerme (Houston, a las seis de la tarde); Hoy es la Europa dónde el alemán del águila, ahora Un alemán en la terraza de la cafetería (Mística para principiantes) lee un libro en un entorno que invita a aprender a viajar para un examen aplazado; y, sobretodo, desde sus recuerdos, la Europa del nobel de la paz, un cajón de recuerdos ruinosos y desesperados, cuadros de trazos gruesos y grises como la fábrica de Georges Seurat; donde la Polonia de la Unión aún no se define: Mi país se ha liberado de un mal. Me gustaría/que después de esa liberación siguiera otra. (Autorretrato).

Georges Seurat. Landscape

Acabada la épica nacional, Zagajewsky fluye dejándose llevar por el personalismo de sus experiencias biográficas; bebo de una fuente pequeña,/ mi sed es mayor que el océano (Mi estudio); las impresiones del paisaje europeo, entre la Garona y el Ródano; las calles y ciudades del recuerdo; episodios literarios o las iluminaciones del viajero que construyen un nuevo espacio personal entre vuelos y estancias en las ciudades desmemoriadas: el monstruo opaco de la ciudad (Largas tardes); vivimos sin corazón/ y sin memoria…/hasta que no nos queden fuerzas (Grandes ciudades); o la ciudad del recuerdo, de resonancias románticas.

Tiene Zagajewski una deuda que saldar con los muertos, sus familiares y personalidades. Gombrowicz: Tiempo, ten piedad. Destrucción, ten piedad (1969); con el Adiós a Zbigniew Herbert); A Josif Brodski y Krzysztof Kieslowski (Una mañana en Vicenza); A Milosz, o a su propia fugacidad en Autorretrato. Con todo, su poesía adquiere por instantes un tono de epitafio escrito con la melancolía de lo irrepetible que acompaña a otro de los temas principales, el del desconsuelo. Hay una tensión, un contraste entre la naturaleza y la imagen del río, y la ciudad industrial y turística. Por un lado el dinamismo alegre del paisaje, y por otro la desesperación que provoca la monotonía de la madurez junto a las experiencias banalizadas por la indiferencia El billete dice: corsa semplice, /pero no menciona el desierto, ni la monotonía de un mar pesado, /ni el deseo, ni el aduanero malicioso/que no te espera tan sólo a ti, /ni las islas de indiferencia y de ceniza (Vaporetto). O en Cómo terminan los payasos: Así terminan los payasos/cuando se adentra en nosotros/ la gran indiferencia del mundo, amargamente, como plomo en la boca. También, la imposibilidad de retener, o su deseo, de la fugacidad de la belleza, Se me ha vuelto a escapar lo esencial. (Línea número 4).

El objetivismo y la claridad de Zagajewski nos permiten una fácil lectura pero no exenta de profundidad, o más bien de altura. El entorno cotidiano sirve para elevarse mediante iluminaciones repentinas, reveladas por el lenguaje secreto de los fenómenos estáticos y dinámicos de la cotidianidad. Así, los maniquíes miran altivos, desde los aparadores, o el café es para el funcionario la bebida del olvido, o la sencillez de un gorrión muerto un misterio irresoluble (La prosa del Mundo). Tampoco impide dicha claridad tratar temas más irresolubles como es la propia poesía, que Así emerge de pronto/la isla del poema… (Houston, a las seis de la tarde), como un continente a descubrir desde la tradición europea; Habla con más calma. No renuncies a la poesía. (Habla suavemente); Toda metáfora es un fracaso (Metáfora).

O como indica con absoluta claridad en Escribir poemas: una conversación en la que faltó la última palabra.

Adam Zagajewski 2012. Californiapoetics.org

(Lectura de los poemarios Deseo y Mano Invisible (Ed. Acantilado. Esta reseña fue originariamente publicada en noviembre de 2013)

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