El héroe apaleado

En mi canción, una rima
me parecería casi una insolencia.

(De Malos tiempos para la lírica)

(Sin fecha. Fotografia de Peter Rosen Productions)

La poesía de Bertold Brecht aguanta bien el paso del tiempo. Su traducción al castellano volcada por Vicente Romero y Jesús López Pacheco para Alianza Editorial el 1968 da buena muestra de ello, así como de la capacidad de adoptar el tono y el estilo de las voces que usa el autor alemán.

En general, leer a Brecht es mantener un diálogo con una voz que apela a la humanidad —a su lucha por la supervivencia y su resignación contra el poder— y se remonta hasta el origen del materialismo histórico en una búsqueda de autenticidad en la que prescinde de la rima y la versificación tradicionales. Como indica en la Canción de los poetas líricos (1931):

Cuando empecé a escribir esto que leéis, —¿lo estáis leyendo?—
me propuse que todos los versos rimaran.
Pero el trabajo me parecía excesivo, lo confieso a disgusto,
y pensé: ¿Quién me lo pagará? Decidí dejarlo.

Así mismo, la voz de Brecht reflexiona sobre el compromiso de la literatura y su relación con el poder, en el que la poesía es un campo abierto como cualquier otro del compromiso de clase.

Invocaciones de súplica a seres ultraterrenales
probarán que seres terrenales se alzaban sobre seres terrenales.
La música exquisita de las palabras dará solo noticia
de que no había comida para muchos.

(La literatura será sometida a investigación, 1940)

Cuantos crímenes hemos cometido así por vosotros! Cuántos crímenes!
Y siempre nos conformábamos con las sobras de vuestra comida!

(Canción de los poetas líricos)

Las voces de Brecht son la moral de los desposeídos opuesta a la de la clase social dominadora. A través de los tiempos, este “nosotros” épico, o a veces, la mirada de un yo poético que juzga al “vosotros”, canta la lucha o la desobediencia, y critica la guerra de los dominadores adulados por el artista, actitud referida en algunas canciones en las que la voz de los poetas —o de los pintores— se pregunta qué sentido tiene servir al poder a cambio de las sobras: la misma voz del nosotros que en los bateleros del arroz:

La noche viene pronto. En nuestro cuarto
ni la sombra de un perro podría dormir,
pero cuesta un puñado de arroz.

A veces, la del rebelde que ironiza, consciente de su clase, como el marino de La demolición del barco “Oskawa”, quien justifica el sabotaje de la tripulación por la mala paga y el trato recibido:

…Nosotros pensábamos
que hasta un niño podría comprender
que nuestra paga era realmente demasiado pequeña.

En otras, la del materialismo histórico llamando a la acción, como en Loa a la dialéctica:

¿Quién podrá contener al que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y el jamás se convierte en hoy mismo.

Y también la voz resignada ante las relaciones de producción, como la que canta la rueda hidráulica:

Sigue la rueda girando.
Lo que hoy está arriba no seguirá siempre arriba.
Mas para el agua de abajo, ay esto sólo significa
que hay que seguir empujando la rueda.

La voz de Brecht nace en una familia acomodada bávara. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, con 17 años, ya expresa un fuerte antibelicismo por el que casi es expulsado de la escuela. Su escapatoria es estudiar medicina en Múnich, en un ambiente en el que descubre el teatro, librándose de ir a la guerra por unos meses. Será con el advenimiento de la república de Weimar que su voz ganará el premio Kleist, y algunas de sus obras se adaptarán al cine, y también se granjeará el odio del partido nazi.

Hay en Brecht también un poeta de la urbanidad, de Múnich, o del Berlín en el que se instala tras su primera separación, cuya voz individual denota su voluntad de lucha a través de un vitalismo de ese “hombre entre la multitud”, anónimo, que renuncia a permanecer en el recuerdo.

No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.
El día está a las puertas,
hay ya viento nocturno:
no vendrá otra mañana.

No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.

No os dejéis consolar.
Vuestro tiempo no es mucho.
El lodo, a los podridos.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo.

(Contra la seducción)

Cuando creas que vas a morir, cuídate
de que no te pongan losa sepulcral que traiciones donde
estás,
con su escritura clara, que te denuncia,
con el año de tu muerte, que te entrega.
Otra vez lo digo:
borra todas las huellas.

(De Esto me enseñaron)

Entre 1926 y 1933, la vida en el Berlín de la recuperación se hace más prolífica. Colabora con artistas socialistas sin militar en ningún partido, y estila la “nueva objetividad” del teatro y cine alemanes, estrenando su obra maestra, la Opera de los tres centavos.

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Sin embargo, tras el crac de la bolsa de Nueva York, el paro y la recesión empuja al nazismo a la cancillería de la república y el enemigo de clase se impone: la función La toma de medidas es interrumpida por la policía, y es acusado de alta traición. Tras la muerte de las últimas garantías republicanas encarnadas en Hindenburg y el Reichstag, Brecht decide huir a Dinamarca con su familia. Allí escribirá los poemas amargos del exilio, como el Catón de guerra alemán (1937-1938) contra la alemania nazi o La cruzada de los niños, sobre la resistencia polonesa.

 Nosotros hemos huido. Expulsados somos, desterrados
Y no es hogar, es exilio el país que nos acoge.

(Sobre la denominación de los emigrantes)

Pero la más hermosa de todas las dudas
es cuando los débiles y los desalentados levantan su cabeza
y dejan de creer
en la fuerza de sus opresores

(De Loa a la duda)

¿De qué le sirve poder dudar
a quien no puede decidirse?
Puede actuar equivocadamente
quien se contente con razones demasiado escasas,
pero quedará inactivo ante el peligro
quien necesite demasiadas.

Tú, que eres un dirigente, no olvides
que lo eres porque has dudado de los dirigentes.
Permite, por lo tanto, a los dirigidos
dudar.

(De Loa a la duda)

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el exilio en Dinamarca es continuado por el exilio en los EE.UU. a través de un viaje por la URSS. Allí residirá durante años, intentando rehacer su actividad como guionista sin demasiado éxito.

No celebremos, pues, tan sólo al sabio
cuyo nombre en el libro resplandece
Al sabio hay que arrancarle su saber.
Al aduanero que se lo pidió
demos gracias también

(De Leyenda sobre el origen del libro Tao-Te-King dictado por Lao-Tse en el camino de la emigración.)

Para ganarme el pan, cada mañana
voy al mercado donde se compran mentiras.
Lleno de esperanza,
me pongo a la cola de los vendedores.

(1942)

Muy de mañana leo en el periódico los planes sensacionales
del Papa y de los reyes, de los banqueros y de los reyes del petróleo.
Con el otro ojo miro
el puchero con el agua del té,
cómo se enturbia y empieza a hervir y de nuevo se acelera,
hasta que, rebosando del puchero, apaga el fuego.

Nuevamente se enfrenta al enemigo de clase, el macartismo. El día después del interrogatorio por actividades antiamericanas, durante el estreno de La vida de Galilei  en Nueva York, vuela a París.

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A diferencia de su héroe, Brecht decide no abjurar y refugiarse en Suiza y Austria, donde residirá durante los años del Plan Marshall y la estalinización de las democracias populares sin poder ejercer de dramaturgo, hasta regresar en 1949 al Berlín de la primera crisis, donde el régimen le ofrecerá la oportunidad que los EE.UU. le negaron.

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia. »

(De A los hombres futuros).

1 de mayo de 1954. Bertold Brecht y Helene Weigel. Ullstein Bild.

Será en el Berlín oriental de los primeros años de la RDA donde terminará sus días como director del Deutsches Theater, y fundador de la compañía teatral Berliner Ensemble.  Su última voz, más individual y centrada en el presente inmediato y la confianza, no acaba de abandonar la del “héroe apaleado” como la definió su viejo amigo Walter Benjamin:

A la buena gente se la conoce
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno lo hace sensato?
Escuchar y que le digan algo.

(De Canción de la buena gente)

Temen tu garra los malvados.
Y se alegran los buenos con tu gracia.
Lo mismo
oír quisiera
de mis versos.

(A una raíz de té china en forma de león)

Murió a los 58 años, en 1956, fulminado durante el ensayo de la obra de Galileo, bajo la sospecha de que la Stasi había tenido algo que ver con las negligencias médicas de sus tratamientos, debido a su inconformismo con algunos dirigentes comunistas —leyenda incierta que persigue a todo escritor incómodo muerto en una dictadura.

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