En este «país de porteras», como algún periodista ha dicho, ser portero tiene ciertas ventajas. El chisme es como el cigarrillo en la cárcel. «Oye, que me he enterado que… Ah sí, qué cabrón… ya decía yo que este no era trigo limpio… ¿Pues sabes de qué me he enterado?» Y así se pueden pasar horas hasta la libertad, montando el guión de una película que nunca se va a rodar.
A veces entran clientes que te dan la mano con un billete plegado en la palma. Este es un gesto muy de película, sobretodo, de película de Almodóvar, pues el cliente, normalmente un caribeño atlético y guapo, va acompañado de un hombre maduro y extranjero. Esos días, el equipo de guionistas tiene trabajo extra.
En estos guiones cabe de todo. El último, tiene que ver con una noticia sobre los salarios de las camareras de piso que salió hace unas semanas.
Un día se presenta en recepción un chico dominicano. Mientras espera a la gobernanta intercambiamos saludos. «Vengo a por la oferta. He sido valet y limpiador, y ahora estoy buscando de camarero de piso.» El hombre es joven pero no está nervioso, tiene la mirada tranquila y el gesto decidido. Aparece la gobernanta y bajan al despacho. «Que tengas suerte.»
El chico sale a los diez minutos. El rostro fruncido. «¿Pero qué se han creído? ¿Dos euros por habitación? Pero con eso no llego ni a ochocientos al mes.»
Las chicas camareras de piso cobran 2,40 por habitación. Suelen tardar 45 minutos, media hora si se dan prisa, con lo que el sueldo es de 3,6 € a 4,8 € la hora.
«Qué esclavistas.» Además, están escamoteando esos 40 céntimos que ya cobran las camareras antiguas. Uno tiende a cabrearse, pero luego pienso que ese salario es el mío y que este inmigrante se ha indignado por ese salario, cuando yo he aceptado el trabajo. Nos saludamos y el chico se va.
Ese día y el siguiente fueron viniendo más candidatos. El 11 de septiembre, mientras las calles se llenaban de cuatribarradas y estrellas, los pasillos inferiores del hotel se plagaban con una nueva brigada de camareros para el «briefing», quienes trabajando en festivo no cobrarán más de 2€ la habitación. Todos eran inmigrantes.
Este es el reflejo de la noticia a la que me refería. Esta imagen del pasillo, lleno de hombres a la espera, vestidos de negro y haciendo bromas entre ellos, es lo que está produciendo la NEP española, el NWO merkeliano, la gran recuperación de la economía, el despegue del turismo, «eshpañooleeeesss», etc… Una «puta mierda» de salario que aceptarás porque tienes el marido o la esposa en paro, y dos niños que van a la escuela, o debes mandar dinero para mejorar la calidad de vida de los tuyos. Pero esto no es lo más humillante.
Lo humillante es cuando conoces los casos particulares, cuando, por una equivocación a la hora de lavar una camisa Ralph Lauren, el hotel le dice al cliente que lo paga él, y en cambio, la sirvienta es extorsionada por la gobernanta para que le pague 100 euros de su salario, es decir una camisa Ralph Lauren equivale a esa mujer la limpieza de 50 habitaciones, y luego verla en silencio, apagada, sin decir ni mus porque no tiene elección.
Pero esto no acaba aquí. Desde la reforma del estatuto de los trabajadores, gracias al R78, cocos y ugetes, los convenios están vinculados a la productividad, pero se olvidan de que ésta también está vinculada a la reducción de costes. Peor aún, cuando se externalizan servicios contratando auxiliares el convenio no es el propio del sector, sino de otro hecho a medida de la empresa, o uno sectorial que reduce más los costes, y así la empresa se aprovecha de la NEP. La guinda es que quien controla la empresa de servicios auxiliares es amigo, familiar, o el mismo propietario de la empresa que los contrata. Y esto no sólo es en hostelería, por las noticias que me llegan, sino que está pasando en todas las empresas. Jugada redonda.
«Así es, así, es. Esto es lo que hay.» me dice una limpiadora. «Yo con mi sueldo de mil euros ya me conformo» «Sí, pero tú tienes un convenio antiguo. Si entrases ahora a trabajar te contratarían de una empresa externalizada.»
El día pasa. Un japonés me pregunta donde está la meridiana. Viste el uniforme del barça, camiseta de Messi y lleva una estelada. Me dice que le encanta Barcelona y que le gusta todo lo que hacemos aquí. Se va y el día pasa. Hoy tampoco han llovido demasiadas propinas; de hecho, todo el hotel confirma que este año ha sido pobre en propinas y que han tenido que llenar bajando precios. El tipo de turismo ha cambiado. Y entonces pienso en este turista que ha venido a pasárselo bien el día festivo, y me lo imagino como un niño inocente al que, además, no sé si tengo que darle las gracias.